Cierta
persona me dijo al leer la entrada “Culture Shock” que conociéndome me daba
tres semanas para que esa historia sea completamente distinta. Ayer, martes 4
de febrero, cumplí exactamente tres semanas de haber llegado a Finlandia y este
sábado pasado la historia fue totalmente diferente. Ya estoy empezando a ver el
encanto extraño que tiene este país y su gente. Una de las cualidades que más
me ha asombrado que tienen los fineses es su honestidad. Es algo casi absurdo,
pero de una buena manera. Hace unos días atrás salí con mis compañeras de
cuarto en búsqueda de una pista de patinaje sobre hielo y de camino se me cayó
uno de mis guantes que tenía guardados. Cuando me percaté de que me hace falta
lo buscamos por todos lados sin éxito alguno. Al día siguiente estoy caminando
de regreso al apartamento luego de hacer una compra en el fabuloso supermercado
y lo único que pude hacer es reírme por lo que me había encontrado.
Estuve
admirando mi guante varios segundos como colgaba de la rama. Es increíble, lo
perdí el día anterior y lo encontré en perfecta condición. Luego de esa
experiencia me he percatado de todos los guantes perdidos que cuelgan o está
recostados de algún lado esperando por sus dueños a ver si los recogen. Si
hubiera sido en otro lugar muy familiar para mí, no voy a mencionar nombre, no
hubiera encontrado ni el guante ni la rama. Echando a un lado la broma, la
honestidad es una cualidad que hoy en día es muy difícil encontrar. Hace unos
días fui a un centro comercial y pasé al área de los probadores para medirme
unas piezas de ropa y me detengo a esperar mi turno. Pregunto si puedo pasar y
me dijeron que está bien. Eso fue todo. No verificaron cuantas piezas de ropa
tenía ni me dieron un boleto con el número de piezas. Me asombré al vivir de
primer plano las repercusiones de la honestidad.
Como había
mencionado que ya mi historia estaba cambiando, este pasado sábado pude
disfrutarlo gracias al lenguaje internacional de la música. No necesita
traducción y tampoco necesita interpretación. No sé si fue falta de tiempo de
parte mía en la ocasión pasada pero esta vez recibí muchos saludos cálidos y
una invitación a la cual no me pude resistir. El sí más rápido de la historia
surgió cuando me preguntaron si me quería unir a la práctica del coro.
¿Qué motivó
a la persona a invitarme a la práctica? Digo que fue Dios, Él vio mi necesidad
y proveyó un bálsamo para poder expresar y desahogarme a través de la música,
mi pura adicción.
Además el
sábado anterior a este conocí a muchos jóvenes que me recibieron con mucho
calor y hasta disfrutamos de un sano compartir. Esas personas que ya había
conocido fueron otra piedra en la cual me pude apoyar en el sábado siguiente. Luego
de cuatro canciones, una garganta ronca y buenas conversaciones estaba más que
complacida. En fin, creo que estoy empezando a llegar a la etapa de adaptación
y se siente muy bien.
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